Bueno, aprovecho que ando un poco de ocioso y les traigo mi crítica que hice sobre la película The Wrestler. Fue publicada apenas hace un par de semanas, así que espero que ya la haya visto la gran mayoría aquí.
The Wrestler
El estereotipo exclusivo del sufrimiento del individuo obtiene algunas transformaciones con el paso de los años, con todo lo que dicho paso de los años implica. El abandono por la inercia de la edad es un tema a explotar desde la perspectiva del que se niega a abandonar una inercia distinta, una inercia que probablemente no le pertenece… vista desde la anterior mencionada inercia distinta. Este jueguito de palabras, de leerse con detenimiento puede darnos una idea concreta de la premisa que se desarrolla en The Wrestler (2009).
Desde la visión de Darren Aronofsky (Pi, The Fountain, Requiem for a Dream), esto puede ser un enunciado de principios. Aronofosky toma una historia que podría no sonar tan extraña, podría ser muy familiar. Se deja claro que un drama común y sin mucho desarrollo (¿cosas de presupuesto?) se ajusta a una comunidad que no había sido nunca tan explotada como lo es la del wrestler o luchador como nosotros les decimos a los singulares personajes que con base en un entrenamiento duro y multidisciplinario, dan espectáculos interesantes y entretenidos, rodeados de toda una historia que los convierte en leyendas. Desde el Japón y México, pasando por Canadá e Inglaterra, llegamos al wrestling estadounidense, tan emparentado a la farándula que inevitablemente nos proporciona a estrellas caídas. En este tema, Randy “The Ram” Robinson, nombre artístico de Robin Ramzinski (Mickey Rourke), es una vieja gloria del wrestling ochentero que se sostiene veinte años después, peleando en el circuito independiente, donde las peleas suelen ser más crudas, menos cuidadas y definitivamente nada glamorosas. Así es como vemos el rumbo que sigue Randy normalmente, casi en el anonimato, con varias dolencias y la mirada del que vive en la nostalgia, de lo brutal que le ha sido el paso de los años y una actitud frontal digna de aplauso, hasta el momento en que su salud se ve comprometida. Esto lo hace reflexionar, el miedo le hace recapacitar en lo que ha dejado y en lo que podría recuperar. Finalmente un hombre común, Randy abandona las peleas y busca integrarse a un mundo que para él no es real. Si el azote de la pobreza, el anonimato y la subyacente mediocridad no lo habían exterminado, el deseo del refugio amoroso de una prostituta en decadencia y el intento de recuperar a su hija adolescente, son lo que lo terminan tumbando. El mundo real no está hecho para Randy y la redención no está hecha para que su final sea un final feliz. Aronofsky se encarga de que todo lo que rodea a Randy transpire nostalgia, es tácito desde el videojuego (Wrestle Jam ´88, realizado exclusivamente para la película) y la música de Ratt, Slaughter, Accept y Quiet Riot con el agregado de la popular canción de Guns and Roses Sweet Child O´Mine, que el mismo Rourke utilizara en sus días como boxeador. Todas las escenas que rodean a Randy de sus recuerdos están más oscuras que las que representan al “mundo real” e incluso estas últimas, parecen estar llenas de una inadecuación que desentona hasta con el ritmo de la película.
Rourke apuesta con su actuación a revivir situaciones personales, demonios que se desatan en aras de la posición del personaje. Rourke hace un trabajo tremendo, aun cuando la película (bendito comercio) alega que éste es el resurgimiento de Rourke después de quién sabe cuántos años, cosa que en cierta forma es mentira porque el tipo ha trabajado en algunos proyectos alternos estos años. Aronofsky no teme guiarnos en terrenos deprimentes y plenos de desesperanza como acostumbra en sus películas. De hecho, el individuo parece servir a fines alternos, dejando atrás una moraleja y un final feliz. Si algo queda claro aquí, es que la redención no es para todos y aun cuando buscas alternativas, compruebas que la vida apesta y entonces te mueres. El mensaje es muy claro y los componentes estéticos auxilian convincentemente a esta película, con un Aronofsky retador con temáticas distintas en sus películas pero todas ejecutando un principio visual y conceptual. Verdaderamente una película que hay que ver, porque el sabor amargo siempre es bienvenido.